Corrupción ahonda analfabetismo, instructores enfrentan rechazo

Corrupción ahonda analfabetismo, instructores enfrentan rechazo
Redacción /
Reporte Tamaulipas

México.- Sí, aunque suene difícil de creer, en este siglo XXI en México hay aún 5.1 millones de personas analfabetas, no saben leer ni escribir. En el mundo son 800 millones.

El profesor del Instituto de Investigaciones sobre Universidad y Educación de la UNAM, Alejandro Canales, lo define como una persona que no sabe leer ni escribir y que es mayor de 15 años, no tiene habilidad de leer ni escribir, no reconoce un texto escrito y tampoco puede él hacer los trazos de la escritura”.

Sin embargo, hay otros tipos de analfabetas, como las personas que sí reconocen los signos lingüísticos, pero son incapaces de realizar una tarea completa como tener dificultades para llenar una solicitud de empleo; ellos son conocidos como analfabetas funcionales.

En la UNAM afirman que este fenómeno se concentra en África, Asia y América Latina, primordialmente. Y en México, el analfabetismo se concentra en los estados con más carencias como Guerrero, Oaxaca, Puebla, Chiapas y Veracruz.

Pero porcentajes de hasta uno por ciento se encuentran en el DF, Nuevo León y Baja California. Saber al menos leer y escribir tiene sus beneficios: “Para que una persona pueda desarrollarse más, para que pueda conseguir un mejor empleo, para que pueda ejercer una ciudadanía que exija sus derechos, para que pueda participar políticamente también”, señala el investigador Canales.

Esfuerzos contra el analfabetismo

La UNAM tiene un programa con apoyo de los gobiernos estatales, en el que becarios y egresados se distribuyen en municipios marginados para alfabetizar.

Excélsior viajó al municipio de Tlatlauquitepec, en Puebla, para platicar con Celeste Cruz, coordinadora estatal en la materia y egresada de la Facultad de Ciencias Políticas.

Cuando ella y su equipo llegaron se dieron cuenta de las irregularidades que dejaron las anteriores brigadas del Instituto Estatal de Educación a los Adultos. “En ese contacto directo con las personas dan cuenta de que algunos tenían certificado de primaria y secundaria y que esas personas no sabían leer ni escribir, esos certificados fueron emitidos por el instituto estatal”, cuenta Celeste Cruz.

Por su parte, Sandra de Jesús Hernández, quien coordina la alfabetización en Tlatlauquitepec, asegura que los asesores se enfrentan muchas veces al rechazo. “Hay personas que por sus diferentes actividades ya no desean seguir con ese estudio, porque ya tienen un medio para desarrollarse, les cuesta trabajo adaptarse a que uno les esté enseñando, tenemos que enfrentarnos a muchas cuestiones en ese aspecto y tener que ser constantes para hacer la invitación a las personas y que acepten”, dijo.

Los libros que se utilizan son los más prácticos y los asesores deben muchas veces transportarse por la sierra, caminar varios kilómetros y llegar hasta las comunidades.

Nos movimos por la sierra, y entramos al poblado de Gómez Oriente, donde entrevistamos a Anita, de 14 años de edad. Todos los días, saliendo de la secundaria, se dirige a esta comunidad para alfabetizar a los pobladores, algunos de los cuales  le llevan hasta 50 años.

Menciona algunos de los objetivos como que “ellas (las analfabetas en su mayoría mujeres) hagan enunciados, lean textos y después empiecen a contestar preguntas, como la lectura de comprensión, algunas sí hacen sus tareas en casa, pero hay otras que no tienen tiempo y sólo vienen acá y yo les ayudo a que comprendan”, dice la joven.

En otros casos, el machismo no permite que las mujeres vayan a aprender, pues sus maridos se los prohíben. En este lugar se adaptó como aula una vivienda sin luz, sin agua ni ningún servicio, sólo una mesa y sillas de plástico.   

Anita dice que lo hace por convicción y  por amor. “Sí, sí me gusta porque me acuerdo que yo tenía a mi abuelita y a ella yo le hacía cartas y no las podía leer y eso era triste y por eso me gusta ayudarles a leer y a escribir”, recordó con tristeza.

Y las mujeres indígenas de este poblado demostraron que sí pueden aprender el español, además de su lengua origen, el náhuatl, y hablaron de lo importante que es saber leer y escribir para la vida diaria. “Pues para la firma que nos piden en todos lados, la firma es más importante, piden algo de papeles y te preguntan si sabes firmar, a mí nomás me falta saber dividir y multiplicar, sumar ahí voy poco a poquito”, nos dijo doña Emeteria Martínez.   

En otro caso, la señora Otilia Hidalgo asegura que sirve para que “a uno no lo engañen, así si le venden algo a uno no lo engañan, luego yo  llevo a mi mamá al hospital y metida en firmas que antes no podía  y, ahora con el favor de Dios ya puedo escribir mi nombre”, confesó.

¿Aprender a vivir con el analfabetismo?

En el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), consideran que es imposible eliminar el analfabetismo por completo, de acuerdo con el director de Indicadores del instituto, Héctor Robles. “Hay razones históricas, estructurales que impiden que ese sea un objetivo viable a corto plazo. La población de 55 años y más que es analfabeta representa más del 55 por ciento de los analfabetas, y es más difícil que la población adulta mayor se alfabetice, realmente es un problema muy grande”, abundó.

En la Ciudad de México también existe gente con algún grado de analfabetismo. Por ejemplo, en un parque ubicado en la delegación Miguel Hidalgo, así como en otras demarcaciones, existen diversas plazas comunitarias del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA).

Hasta aquí llegó doña Soledad de 51 años de edad, para pedir informes y la abordamos. “Yo trabajé de sirvienta a los 14 años, le eché muchas ganas y me enseñaron muchas cosas, lo único que no sé es leer ni escribir. Tengo un nieto que está en primero  en la escuela de atrás donde está la gasolinería y me pregunta cómo se llama esta letra y le digo no sé leer, que no fui a la escuela y dice: “te pareces a mí de burro”, comentó.

Y para desplazarse en una enorme y caótica ciudad como ésta, resulta complicado para ella. “Pues tengo que preguntar en la calle a la gente qué camión tengo que tomar para ir a mi casa; el Metro que tengo que tomar para donde viven mis hijas; a los taxis les digo de lo que me acuerdo, como la tienda Aurrerá. No se me olvida a dónde va uno a comprar cosas”, sostiene Soledad.

Resultados

Historias y satisfacciones las conoce bien Gabriel Guillén, encargado de esta plaza comunitaria en Miguel Hidalgo. “Pues nos llega gente a llenar su registro, sin saber siquiera firmar, ponen su huellita y al final cuando se les está entregando su certificado, es una satisfacción más cuando nos enseñan que ya saben escribir su nombre”.

Y es que en la actualidad ya no es suficiente sólo saber leer y escribir, opina la directora académica del INEA, Celia Solís. “La educación de adultos es un proceso continuo y a lo largo de la vida, empieza con la alfabetización, pero estamos considerando que las personas tienen que continuar estudiando para ejercer plenamente este derecho a la ecuación y poder tener a su vez derecho de libertad de expresión, justicia social, salud y otras cosas”, dijo la funcionaria.

Adicionalmente al analfabetismo, 30 millones de mexicanos presentan rezago educativo al no concluir la primaria o la secundaria. Lo cierto es que el analfabetismo, a la fecha, no deja de ser una deuda social.

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