Las últimas palabras de Colosio

Ciudad de México.-“Quiero encabezar un gobierno que sea sensible a los reclamos y a las demandas de las comunidades, de los barrios, de las colonias populares. Sé de los retos que se enfrentan en estas colonias populares de Baja California y de Tijuana”, fue lo último que dijo el candidato priista Luis Donaldo Colosio en su mitin de Lomas Taurinas.

Se bajó de un templete improvisado en la parte trasera de una camioneta, caminó entre la gente que se apretujaba contra él. Sonriente saludaba a todos los que se encontraban a su alrededor. Avanzaba lento en el mar de personas.

Se trataba de uno de los últimos eventos de la primera etapa de su campaña, Colosio quería cerrar muy fuerte ese proceso en Sonora, su tierra.

Ese 23 de marzo de 1994, el candidato priista por la Presidencia de la República llegó al aeropuerto Abelardo Rodríguez de Tijuana pasadas las cuatro de la tarde.

Iba tarde para su mitin en una de las colonias populares de la ciudad fronteriza. El evento fue organizado por el grupo priista conocido como Tucan (Todos Unidos Contra Acción Nacional).

Vestido con una camisa azul cielo y una chamarra blanca, el sonorense se subió en la Blazer que siempre lo acompañaba a sus eventos de campaña. En el camino revisó las tarjetas de apoyo para su discurso.

En ese momento de la gira buscaba el apoyo de la militancia priista, quería invitar a la gente a participar en la contienda electoral, especialmente en un estado gobernado por el PAN.

Llegó a Lomas Taurinas con un mensaje claro: llamar a los priistas a cerrar filas en torno a su campaña. “En esos discursos le gustaba improvisar, dependiendo del ambiente del lugar. No se trataba de un discurso de mucha sustancia, sino más bien de un mensaje masivo priista”, recuerda el entonces asesor de Colosio, Javier Treviño.

“Y qué bueno que como primer evento en esta jornada de trabajo, la primera de varias que me propongo realizar por Baja California sea aquí, en Lomas Taurinas; sea aquí en esta asamblea popular con habitantes de las colonias populares de Tijuana”, desde el templete improvisado.

Muchos discursos se escribían para cuando el sonorense pisara Magdalena de Kino, discursos que como el pronunciado el 6 de marzo en el Monumento a la Revolución, cuidarían cada palabra.

“En Sonora se tenían muchos eventos planeados, con sumo detalle […] para cerrar antes de la Semana Santa. Tenían que ser discursos más optimistas, pero también de mucha fuerza”, dice el ahora diputado federal Treviño.

“Los invito a que nos unamos a esta campaña que no solamente es de Colosio; esta campaña es de todos y cada uno de ustedes porque juntos vamos a llegar a la Presidencia de México”, les dijo Colosio a los tijuanenses.

Eran las cinco de la tarde en punto cuando el priista terminó de hablar, la multitud se arremolinaba junto a él. Avanzar un paso era un enorme esfuerzo, el reducido círculo de seguridad hacía lo que podía para mantener el diamante de seguridad que lo protegía.

Fiel a su idea de ser un candidato cercano a la gente, el sonorense saludaba a su paso. Le tomó más de diez minutos avanzar unos 12 metros del templete, iba hacia su camioneta, la Blazer que lo esperaba del otro lado del puente por el que se acedía a Lomas Taurinas.

Mientras caminaba entre la multitud sonaban las notas de “La culebra” de la Banda Machos, que se mezclaban con la algarabía popular. A las cinco y doce, se escuchó una detonación: la bala de una Taurus calibre 38 atravesó la cabeza de Colosio. Un segundo disparo lo hirió en el abdomen.

El candidato se desplomó, su chamarra blanca se tiñó de rojo, un hombre se tira sobre el muchacho que grita “el viejo es el asesino”, la muchedumbre lo patea, le gritan, le arrojan piedras, querían lincharlo por lo que le hizo al candidato. Llega un coronel del Estado Mayor, toma en custodia al asesino.

Colosio cayó bocarriba, sobre el pavimento había rastros de sangre. Sus escoltas lo tomaban de las muñecas. Aunque respiraba el candidato estaba inconsciente, lo toman en brazos para avanzar los casi 60 metros que lo separan de la Blazer en la que llegó, sus escoltas tardan casi cinco minutos.

Cuando por fin salen de Lomas Taurinas, cambian al herido a una ambulancia. Llega al hospital a las cinco y diecisiete. Horas después, Colosio falleció en el Hospital General de Tijuana. Los grandes discursos elaborados para Sonora, enmudecieron.

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