jue 03/03/2016 10:49 p.m.

Mi querida Victoria…

Como no te voy a querer, si tú no eres culpable de horas aciagas y  lo más bello de mi vida lo viví bajo tu cielo, mí querida Victoria te llevo en la mente y te siento en la piel.

Eres y serás siempre de Tamaulipas la flor consentida, a la que se le canta con el corazón, porque todos los que hemos reído, llorado, amado, sufrido y gozado en esta hermosa tierra no nos queda más que agradecer cada momento que nos has prestado tu espacio, que nos ha dejado  pisar tu suelo,  respirar tu aire, contemplar tu cielo.

Injusto es que te señalen por lo que tú no eres culpable, razón por la que prefiero hablar del gozo al  caminar por sus calles, contemplar la avenida Francisco I. Madero, la más hermosa de Tamaulipas, porque en mi mente tengo de ti, Victoria, tu esencia, tu gente buena, tus colores, sabores, tus amores es algo que se lleva en el corazón.

Hoy  el estruendoso ruido de las urracas de la avenida 17 cambiaron su canto, otros son los sonidos, y las luminarias, testigas mudas del acontecer, siguen ahí aunque temerosas se ocultan entre el ramaje de la arboleda que mira, escucha y calla.

De vez en cuando, la Capital hasta parece llorar cuando ve sufrir a sus hijos de nacimiento o por adopción, se guarda su dolor, sonríe, y sigue su curso hasta la primavera, la que espera para que su verdor le diga que está viva para ser cómplice de las historias de amor.

Los nacidos en esta Victoria la quieren porque están enraizados en ella, los avecindados en este bello pedazo de tierra, igual desde hace muchos años han aprendido a amarla, respetarla y les duele ver que quieran señalarla, maltratarla, marcarla sin detenerse a conocer su historia, bondad y grandeza.

Verdad es que Ciudad Victoria, con todo y sus tragos amargos, es única, es el corazón de Tamaulipas, parte del suelo bendito de DIOS llamado México y mal haríamos si le reclamáramos a este espacio del universo por acontecimientos de los cuales ella no es culpable.

Querida Victoria, como no te voy a querer si corrí tus calles, jugué bajo la lluvia, conocí embravecido el San Marcos, platique con tu luna, le cante a tus estrellas, me llene de ilusiones, estudie en tu universidad, me enamoré, nació lo más hermoso que la vida me ha regalado, por eso y mucho más, como no te voy a querer.

Cuando se tienes horas aciagas es cuando más que nunca quisiéramos que regresara tu paz, tu hermosura, tu tranquilidad y tu dulzura.

Nos negamos a que tu belleza quede en el recuerdo, duele que tus hijos ya no son libres de correr tus calles y disfrutar tus noches, por eso, de pronto vemos que la rabia e impotencia se apodera de quienes no pueden hacer nada para sentirte serena.

Mi querida Victoria, como no te voy a querer si me duele tu llanto, me estremece tu desencanto porque soy parte de ti como tú lo eres parte de mí.

Segura estoy que un día volveremos a reír juntas, a soñar bajo tu cielo limpio, sin nubes de maldad, que tu sol brillará con alegría para calentar las ilusiones de tu gente, y con los años vividos con tranquilidad envejeceremos  llenas de satisfacciones, escuchando el murmullo de las aves y de la algarabía juvenil de su gente, risas de alegría y hasta, quizá, la confesión de un amor perdido… Por eso, como no te voy a querer, si te llevo en el alma y te siento en la piel.

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