Empecemos a describir a Nadal con frases

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Agencias/Reporte Tamaulipas
Lunes, 09 de  Junio del 2014

“Como se nos han acabado las palabras para calificar a Nadal vamos a tener que empezar a utilizar frases”. Son palabras de Marc López, compañero y buen amigo de Rafa Nadal y que nos sirve para empezar a analizar la última gesta de un tenista de leyenda. Lo conseguido por el balear en Roland Garros es único: nueve Copas de los Mosqueteros en diez años, solo una derrota -y de aquella forma, mermado por molestias en la rodilla- y la sensación de ser mejor que cualquiera de sus grandes rivales:Mariano PuertaRoger FedererDavid Ferrer Novak Djokovic se han quedado a las puertas de la gloria en París por culpa de haber coincidido con Rafa en la misma época y en el mismo escenario. Solo el suizo, aprovechando la prematura derrota de Nadal en 2009 ante Robin Soderling, consiguió ganar Roland Garros y completar así su Grand Slam particular.

Nadal creció haciendo castillos de arena en las pistas de tenis del Club Tenis Manacor. Apenas pudo disfrutar de una época júnior al uso porque su salto al profesionalismo fue prematuro. Los resultados y la calidad obligaban al balear a probar suerte en grandes citas. De ahí que sus sueños estuvieran a la misma altura. Uno sueña con emular a sus ídolos y en el caso de Rafa vio muy de cerca lo que estaba consiguiendo Carlos Moyà en el circuito. Un tipo que consiguió ser el primer número uno del mundo español y ganar un Grand Slam de la talla de Roland Garros 1998, aunque muchos le recuerdan más por su ‘Hasta luego Lucas’ tras perder la final del Open de Australia un año antes. Siempre de la mano de su tío y mentor Toni Nadal, el pequeño Rafa se hizo grande en una pista de tenis, normalmente teñida del rojizo de la tierra batida, allí donde se siente cómodo y ofrece su mejor versión.

La historia de Nadal, por más que no quiera ha ido unida tanto al éxito como a las lesiones. En 2004 tuvo que renunciar a jugar Roland Garros por culpa de una lesión que le privó de disputar su primera edición del major parisino. Él quería ir, pero su entorno tuvo que convencerle para que no arriesgara y él aceptó a regañadientes. Por eso cuando un año más tarde mordió su primera Copa de los Mosqueteros tras doblegar a Mariano Puerta en la final, vio que muchas veces hay que renunciar a sueños para hacerlos realidad más tarde. Desde aquella edición París ha sido punto de encuentro obligado en el calendario de Rafa. Ha podido llegar en mejores o peores condiciones, pero la última década ha tenido esa cita marcada en su calendario.

Nadal ha inscrito su nombre en el palmarés del segundo Grand Slam de la temporada en 2005, 2006, 2007, 2008, 2010, 2011, 2012, 2013 y 2014. Nadie lo hizo tantas veces como él. Ayer leí a algún a alguien por Twitter (perdonen por no mencionar, pero se colapsó mi TimeLine y no puedo acertar con el origen) que si Rafa lograba La Décima habría que darle la Copa de los Mosqueteros en propiedad, como en otros deportes hacen con sus grandes cetros dependiendo del número de victorias. O que luzca en su camiseta una estrella, una raqueta o un logo que simbolice que no es un tenista cualquiera sino el que más títulos atesora en Roland Garros.

La última gesta en la arcilla parisina es digna de elogio. Llegaba a París con dudas después de admitir problemas de espalda y sobrecarga en el codo y firmar resultados más habituales de un terrícola (títulos en Río de Janeiro y Madrid, final en Roma y cuartos de final en Montecarlo y Barcelona) que de un extraterrestre como él. Su porcentaje de victorias sobre tierra batida ronda el 93%, una estadística que debe asombrar a cualquiera de sus homólogos. En el camino hacia la final, solo se dejó un set, fue de menos a más y brilló en el momento más oportuno. El último episodio de la historia le cruzaría con Djokovic, actualmente su gran rival en el circuito. Un duelo que ya hemos visto en 42 ocasiones en el circuito pero que nos sigue sorprendiendo en cada partido. El de ayer tuvo todos los condimentos para hacer una copiosa ensalada y pudimos disfrutar de un gran banquete de tenis… con victoria de Nadal.

“He terminado destrozado”, admitía Nadal en al rueda de prensa ofrecida ante los medios de comunicación. Ya lo habíamos apreciado minutos antes cuando, tras recibir el trofeo de manos de otro mito como Björn Borg, le costó levantar el cetro para mostrárselo a todos los aficionados que abarrotaron una Philippe Chatrier engalonada con banderas españolas en cada uno de sus cuatro costados. Si hubiera llegado a un quinto set, posiblemente la victoria hubiera caído de otro lado. Pero no fue así. Rafa supo echar el cierre en el momento oportuno y nos dispusimos a escribir una nueva crónica que se guardará en el archivo de las grandes gestas.

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