Martes, 27 de Mayo 2014 / www.reportetamaulipas.com
Martin Sifuentes
Columna: En vivo
Toda su vida fue priista, hasta que un día le negaron una candidatura.
Se enojó, hizo evidente su berrinche ante quien tenía que hacerlo, tomó sus cosas y se fue.
Así de simple y sencillo; un día les restregó en la cara a los priistas que ellos necesitaban más de ella, que ella de ellos.
No la quisieron como candidata del PRI a la alcaldía porteña, y ella estaba dispuesta a demostrar que por cualquier otro partido les ganaba.
En su momento, habérsele rebelado al entonces poderoso Ricardo Gamundi y al mismísimo gobernador, Eugenio Hernandez, hizo que sus bonos subieran. Sus compañeros de partido la vieron con asombro y miedo; la oposición, como una opción más que interesante.
La maestra Magdalena Peraza se fue al PAN. Ahí la recibieron, algunos, no todos, con los brazos abiertos y encabezó una fórmula que hizo morder el polvo a los tricolores, convirtiéndose así en alcaldesa de Tampico, y dejando con un palmo de narices a los orgullosos priistas que la despreciaron.
Aquellos que le dijeron “no”, se arrepintieron, pero muy tarde. Se dieron cuenta, también tarde, que la maestra contaba con un capital político nada despreciable.
Desde la alcaldía, cuidó las formas. Nunca se pronunció abiertamente afín al partido que la llevó al poder, y tampoco despotricó en contra de sus orígenes políticos. Fue inteligente.
Hasta que un día rompió con su presente y demostró que bajo el “blazer” azul, traía una blusa tricolor…y le levantó el brazo a Gustavo Torres, a la vez que le sacó el hombro a Tere Sosa.
Ahí marcó su regreso a casa.
Hay quien dice que ese apoyo tuvo un costo; que la cuenta pública de su trienio no tendría nunca problemas y que sería reintegrada al sistema que la vio nacer.
La maestra Peraza, ya está de vuelta.
Toma posesión como funcionaria del gobierno estatal. Será Subsecretaria de Vinculación para la Gestión y Evaluación de la Política de Desarrollo Social.
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